La Mona Lisa, o Gioconda, es una de las obras más enigmáticas y reconocidas de la historia del arte. Su mirada intrigante, su ligera sonrisa y la maestría de Leonardo da Vinci han cautivado a generaciones enteras. Pero, ¿qué pasaría si la Gioconda existiera en otra época, en otro contexto, con nuevos elementos que dialogaran con nuestra realidad actual? Esa fue la pregunta que me llevó a reinterpretarla. No se trata de cambiarla completamente ni de quitarle su esencia, sino de traerla a un nuevo universo visual, donde conviven lo clásico y lo contemporáneo.
Uno de los mayores retos al reinterpretar a la Gioconda fue decidir qué conservar y qué transformar. Sus rasgos faciales, su postura y su vestimenta siguen ahí, intactos, porque son parte fundamental de su identidad. Pero el cabello, en lugar de estar liso y sin movimiento, ahora fluye en ondas salvajes, dando un aire más libre y menos contenido, como si con el tiempo hubiera decidido soltarse, literalmente.
Quise rodearla de elementos que contaran una historia distinta, quizás más cercana a la nuestra. En su regazo descansa un gato, símbolo de independencia, misterio y complicidad, como si fuera su fiel compañero en esta nueva versión.
A su lado, una torre de libros y uno en particular donde apoya su brazo. ¿Qué dicen de ella? Tal vez ahora es un amante del conocimiento, alguien que pasa horas sumergida en historias, reflexiones y saberes. Y, por supuesto, el café o el té siempre la acompañan como a mi, silenciosos en su viaje intelectual representados por una pila de tazas. De su cabeza florecen peonías y por entre sus brazos una ramita de bugambilia, que la conecta con la belleza, la feminidad y la fortaleza.
Es una Mona Lisa que no solo observa con sabiduría, sino que también se adorna con la belleza de la vida y el color.
Su vestuario azul eléctrico con detalles florentinos, el soutache, un trabajo muy fino en color dorado que contrasta para resaltar la época original de la obra dando una sensación de expectación y fuerza. Sus uñas rojas como símbolo de poder y sus labios suavemente humedecidos con un tono carnoso y suave con una mueca como si quisiera sonreír sutilmente como queriendo decir: "Aquí me ves, aún sigo aquí".
Un manto en su hombro de un obispo intenso que dialoga y reafirma una postura suave pero poderosa recordándonos que las obras de arte no son estáticas, sino que pueden seguir evolucionando en el tiempo, adquiriendo nuevas capas de significado según la mirada de quien las observa.
La Mona Lisa de Leonardo da Vinci pertenece a su tiempo y, al mismo tiempo, a todos los tiempos.
Con esta nueva versión, quise traerla con un nuevo significado desde mi propio lenguaje visual, explorando cómo un ícono del arte puede seguir dialogando con nosotros en el presente con una nueva mirada.
Y tú, si tuvieras la oportunidad de reinventar a un personaje clásico del arte, ¿cómo lo harías?, ¿a quién harías?
Nos leemos pronto.
La Feña.